Vi sus pies descalzos,
desnudos de esperanza,
con llagas abiertas
por la dura andanza.
Los cubría el polvo,
áspero y rojizo,
que su lerdo caminar
levantó del piso.
Y quise aliviar
tanto desconsuelo,
con una plegaria
elevada al cielo.
Impide, Señor,
que la cruel pobreza,
arrebate al hombre
su esencial nobleza.
Doblegue su orgullo
y sin compasión,
arranque los sueños
de su corazón!
Leyla Martin. 2012. (Derechos Reservados ANP)
